domingo, 12 de julio de 2009

Los domingos pasan.

Solo pasan.

Soy un tipo muy ansioso, y me llama la atención cuando el día solo "pasa". Cuando no hay algo a lo que apunte, salvo aguantar una resaca, la familia o los propios errores diarios.
Es un día para actividades tan diversas como: cortarse las uñas, mirar comedias románticas y estúpidas por cable, mirar fútbol (?), leer a medias un libro (o blog), publicar una arrebasada de pelotudeces en Facebook, etc. etc. etc.
Pero no hay que desprestigiar este día. No, no, no. Este día nos enseña a vivir, y amarse por sobre todas las cosas.
En este día uno puede estar con la cara hinchada, con olor a chuño del día anterior, con la voz rasposa como si nuestras laringes fueran de metal.

Y cuando empieza el lunes es un enchote. Y cuando, empieza, nos preguntamos: "Acaso no hay domingos suficientemente plácidos para hacernos aguantar toda la semana?"

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